La forja de un matemático

23 August, 2016


Imagen: Universidad Autónoma de Madrid

Las escuelas de doctorado son de gran relevancia para la investigación matemática: son el vehículo para que los futuros científicos reciban una formación directa de los matemáticos sénior, en su gran mayoría profesores universitarios, y también son una fuente de sangre joven, que es la que hace avanzar el pensamiento matemático (según dicen, la matemática es un oficio de jóvenes). Antonio Córdoba, director del ICMAT, reflexiona en esta entrada sobre el papel de las escuelas de doctorado e ilustra el valor del director de tesis con dos chistes que vienen a cuento. 

Un señor que desea regalar un ave cantora a un amigo melómano se dirige a una pajarería. Allí le muestran a un loro que es capaz de cantar enteras “La verbena de la Paloma” y “La corte del faraón”, sin embargo el precio, de unos mil euros, le parece excesivo. Se fija entonces en otro, pero le dicen que este borda “La Traviata”, se sabe todas las óperas de Wagner y, claro, cuesta cinco mil euros. Desolado inquiere por un tercero que resulta valer veinte mil euros. “¿Qué hace este?”, pregunta asombrado. “¡Ah!, no lo sabemos”, le responden, “pero los otros dos lo consideran director de sus respectivas tesis sobre “el bel canto””.

Como bien muestra este chiste, un buen director de tesis es tremendamente valioso. La relación que se establece entre el profesor, director de la tesis, y el doctorando/aprendiz es muy especial. El director enseña realmente el oficio a su alumno, mostrándole las técnicas, las intuiciones y la sabiduría que manejan los expertos del área, que no es fácil desentrañar en los libros y que se transmite mucho mejor directamente, de viva voz. Pero, sobre todo, ofrece al estudiante un abanico de problemas interesantes para investigar, casi siempre surgidos de los proyectos en los que el propio director está trabajando.

En la monografía La generación de la Ley de la Ciencia (45 perfiles de científicos españoles de hoy), puede leerse la siguiente frase de uno de los matemáticos entrevistados: “siempre digo que fue él (director de tesis) quien me enseñó el oficio, como un artesano enseña a otro”. Es una relación de maestro y aprendiz, e incluso más, casi de padre a hijo. El “Mathematical Genealogy Project”, un directorio de matemáticos del todo el mundo en que el que pueden consultarse los estudiantes de tesis de cada investigador, ofrece evidencia fehaciente de la naturaleza de esa relación, así como de la universalidad del oficio matemático. Basta con mirar la lista y procedencia de los ancestros de cualquier “serious mathematician”, como suele decirse, y se verá como la línea genealógica salta de un país a otro.

En España se leyeron aproximadamente 150 tesis de matemáticas durante el año 2011, al tiempo que en EE. UU. se defendieron unas 7000. A diferencia de lo que ocurre en otras ciencias, la creación matemática está muy localizada en las universidades y sus institutos. En otras ciencias hay numerosos centros de investigación (laboratorios de empresas farmacéuticas, CERN, Observatorios Astronómicos, empresas del Sillicon Valley, Hospitales, Empresas petroquímicas, IBM, Monsanto, Bayer, Plasma Physics Lab., etc.) que no son departamentos universitarios y que emplean a otros científicos. Y aunque también hay muchos matemáticos trabajando en distintas empresas, la mayoría de los investigadores activos somos profesores universitarios.

Por otro lado, las matemáticas son un oficio de jóvenes: la actividad, la ambición y el interés de los doctores recientes son del todo indispensables para su progreso. Los programas de doctorado constituyen el vehículo natural para que el graduado (licenciado) adquiera ese otro nivel de conocimientos, mucho más alto y exigente, que debe tener un doctor, capacitándolo para llevar adelante con éxito investigaciones en diversas áreas. Es pues muy importante que los programas estén respaldados por un número suficiente de expertos que garanticen esa formación ecuménica, y no limiten la preparación del doctorando a un campo tan estrecho del que luego sea complicado salir.

En ciudades como París o Barcelona, por poner unos ejemplos europeos, sus distintas universidades han unido fuerzas y equipos para ofrecer un programa estimulante, variado y sustentado por un colectivo de reputados investigadores entre los que resulta fácil escoger director de tesis a sus estudiantes. Se trata de una estrategia muy interesante que desde el ICMAT queremos proponer también para Madrid.

Cierro esta entrada con otro chiste de doctorados (que es un contrapunto al que arrancaba este texto):

En la profundidad de un frondoso bosque, un búho observa a cierta distancia a un conejo que mecanografía un extenso documento. En esto se acerca un zorro que pregunta: “¿qué haces, conejo?”. “Estoy redactando mi tesis doctoral”, responde el aludido. “¿Y sobre que trata?”, pregunta el zorro. “Pues sobre como los conejos devoran a los zorros”. “¡Ja, ja, ja!”, rie el zorro, “eso es ridículo, esa tesis es indefendible, son los zorros los que se comen a los conejos y no viceversa”. “No estoy de acuerdo”, responde el conejo, “pero si quieres ven aquí y lo discutimos”.

El zorro se adentra ufano en el espacio del conejo y entonces el búho escucha un estruendo y unos rugidos terribles, pasados los cuales se acerca prudentemente para observar los escasos restos que quedan del zorro esparcidos junto al conejo, quien continúa plácidamente tecleando su máquina.

Aparece ahora un lobo quien formula la misma pregunta que el zorro. El conejo ahora dice estar escribiendo una tesis sobre “cómo los conejos devoran a los lobos”. Sigue un intercambio parecido de opiniones y el lobo se adentra en la zona produciéndose un estruendo y un resultado similar, observado por el búho todavía a prudente distancia. Luego la historia se repite con un oso, un elefante… Hasta que el búho, asustado pero ciego de curiosidad, se acerca algo más y observa que, escondido en la fronda, detrás del conejo, se encuentra emboscado un enorme león.

La moraleja es: “No importa cuán estúpida sea tu tesis, lo decisivo es el poder académico de tu director”.

Antonio Córdoba es director del ICMAT

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